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#QuintanaRoo ¿Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología?

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#QuintanaRoo

¿Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología?

Apuntes para el contexto y el contraste  

Carlos Macías [1]

La semana anterior, la Cámara Nacional de la Industria Electrónica, de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información (CANIETI) colocó los argumentos en la mesa para abrir un debate oportuno y necesario, acerca de la actualización y reenfoque -en Quintana Roo- de las instituciones estatales dedicadas al fomento de la ciencia y la tecnología.

De acuerdo con Marco Erosa Cárdenas, nuevo representante de CANIETI en Cancún, la eventual creación de una secretaría estatal de innovación, ciencia y tecnología, no representaría un cargo adicional para el estado, en la medida en que tanto el personal como los fondos se tomarían de las entidades existentes (tanto a nivel local, como federal -léase Conacyt-).

En lo general, este planteamiento estimula la discusión y permite colocar algunos antecedentes de interés, así como establecer el contexto actual -nacional y estatal-, para ponderar qué tan conveniente y viable podría resultar la creación de una entidad de esa naturaleza.

Elegimos nuestra argumentación en forma de pregunta-respuesta, con atención a la experiencia institucional del pasado quintanarroense, pero también con base en el marco programático de la política científica nacional. Para reforzar los planteamientos, nos permitimos ilustrar nuestros puntos de vista con pequeños testimonios. Finalmente, se trata de un apunte personal para el contexto y el contraste.

 

¿En qué etapa se encuentra Quintana Roo, si se considera el nivel de madurez de sus instituciones de educación superior (docencia, investigación y vinculación)?

El estado ha transitado en términos generales por dos etapas, de acuerdo con el ritmo establecido por la política científica y educativa del país (hablamos de educación superior).

La primera etapa transcurrió en la década de 1991 y al 2001. Se caracterizó por ser una fase que podríamos definir como de asentamiento. Se inició con el impulso expreso a la primera universidad del estado (Miguel Borge, Mario Villanueva). La concepción de esta universidad aún incluía la visión de sistema universitario estatal -de acuerdo con experiencias en otras universidades autónomas-.

La Universidad de Quintana Roo no se concibió autónoma en su inicio, muy probablemente porque tenía implícitos atributos hasta cierto punto novedosos, actualizados: estructura departamental y flexibilidad curricular; consejos divisionales y una junta de gobierno que incluía tanto a profesores internos como a titulares de instituciones nacionales de prestigio (rector de la UNAM, por ejemplo), mismos que actuarían como garantes para lograr fluidez en el procesamiento de decisiones colegiadas y en el trabajo consultivo con instancias públicas externas, como vías facilitadoras de planificación y de la gestión del presupuesto.

El modelo mostró alentadores resultados iniciales: afianzamiento de una estructura departamental que fue concebida e instrumentada internamente; diseño integral de planes y programas, con amplia y decisiva participación de sus profesores investigadores (con maratónicas sesiones de por medio); consenso en el trabajo colegiado al crear gradualmente el andamiaje normativo; acreditación sucesiva de sus programas de licenciatura y reconocimiento de Conacyt a un primer programa de posgrado.

Convocatoria del primer Programa de Maestría en la Uqroo en 1999 (reconocido por Conacyt en el 2000).

Convocatoria del primer Programa de Maestría en la Uqroo en 1999 (reconocido por Conacyt en el 2000).

A la distancia, me parece que algo que no advertimos (dentro de la laboriosidad y el crecimiento) era que un modelo así, con alta proyección educativa estatal, conservaba un potencial silencioso de sobre representación en el entramado de las instituciones locales, al menos si se mantenía la idea de un sistema universitario. Si bien la sede en Cozumel se abrió, la de Cancún la canceló el gobierno estatal de pronto, sin decir agua va (en aquel tiempo). Fueron decisiones de arriba (2001-2002), nunca conocimos en la Universidad de Quintana Roo una valoración gubernamental sobre el cambio de planes en educación superior.

El primer Rector, Dr. Enrique Carrillo, debió renunciar al cambiar el gobierno estatal en 1993. Hubo un rector transitorio, el Mtro. Luis Enrique Peña Alba. Una fase estable y de consolidación institucional transcurrió de 1994 al 2002, con el Lic. Efraín Villanueva, quien por lo general alentó las iniciativas de los integrantes de planta académica.

El primer rector de la Uqroo, Dr. Enrique Carrillo, debió renunciar -apenas meses después de ser designado por Miguel Borge- con la llegada de Mario Villanueva en 1993. Hubo un rector transitorio, el Mtro. Luis Enrique Peña Alba. Una fase estable y de consolidación institucional transcurrió de 1994 al 2002, con el Lic. Efraín Villanueva, quien en términos generales alentó las iniciativas de los integrantes de la planta académica.

Por la ruta destacada de su temprano despliegue, esa etapa de la Universidad de Quintana Roo merecía un mejor destino: la fatalidad de la institución fue que cada gobernador deseara elegir a su rector. Cierto, como nos señaló Mario Villanueva en una sesión del Consejo Universitario, ‘¿por qué yo no puedo designar un rector, si el anterior gobernador sí lo hizo’. Sin palabras. No debe sorprendernos; pero ello pudiera ser comprensible desde el punto de vista de los planes de la gestión sexenal en una institución no autónoma. El problema es que los gobernadores de Quintana Roo no institucionalizaron la sana práctica de privilegiar un perfil con atributos académicos y de gestión institucional. La experiencia -por todos conocida- es que no siempre se acertó en su elección.

La segunda etapa, a grandes rasgos, transcurre del 2001 a la fecha. Se caracteriza por la concurrencia de esfuerzos locales y federales para crear diversas instituciones, basadas la mayoría de las veces en directrices de la política educativa federal (intercultural, politécnica, tecnológica, pedagógica, de salud).

A diferencia de la década de 1990, ahora puede decirse que hay una red de instituciones de educación superior en el estado. Algunas ponen el acento en su función formativa, profesionalizante, otras buscan conciliar ese cometido con labores de investigación. ¿Qué tanto dialogan, compiten, o duplican entre sí; qué tanto se complementan, colaboran y buscan optimizar sus resultados, en el marco de un sistema con cobertura estatal? No lo sabemos. Al menos ello no está presente en el diagnóstico y la hoja de ruta que plantea uno de los documentos que promueve Conacyt para cada estado: la detallada Agenda Estatal de Innovación.

Portada de la Agenda de Innovación de Quintana Roo.

Portada de la Agenda de Innovación de Quintana Roo.

Y este es el punto al que quería llegar: cómo pasar de una red de instituciones de educación superior (públicas -estatales, federales- y privadas), a un sistema de instituciones de educación superior. Para mayor precisión: la red federaliza, el sistema facilita y recrea la interacción.

Dígámoslo claro. El asunto es de timing. Primero debe concebirse e integrarse un sistema de instituciones de educación superior (bajo prioridades de infraestructura, énfasis en complementariedad, actualización de programas docentes y aliento a las sinergias de investigación científica) y luego se crea una instancia que ofrezca articulación y esté lista para potenciarlo. Idealmente, no debe ser al revés. Ello no sólo es afín a los Programas de Investigación de Largo Aliento, PILA de Conacyt, sino que se integra en la hoja de ruta de la Agenda Estatal de innovación que se realizó hace unos meses para Quintana Roo, con base en el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (PECITI).

 

¿Dónde confluye la política científica del país, con la política de innovación y desarrollo de cada estado? ¿Es posible impulsar una nueva entidad de fomento estatal de la ciencia y tecnología, sin considerar los aspectos específicos nacionales para el financiamiento, la conformación de grupos de investigación por áreas, las modalidades para dotar y compartir infraestructura (sin duplicar esfuerzos)?

Cierto, en nuestro país, los modelos más recientes de organización para el fomento de la ciencia, la tecnología y la innovación, incluyen la creación de una secretaría ad hoc. Curiosamente, esos modelos (Jalisco, Yucatán), han partido de una experiencia previa, destacada, y de una concepción clara acerca de la importancia de contar con un sistema estatal de innovación.

En el caso de Yucatán, que lo distingue notablemente en el país, no sólo ha partido de un sistema estatal de innovación de instituciones de Ciencia y Tecnología (SIIDETEY), sino que ello se ha desplegado dentro de un ambicioso espacio de infraestructura compartida, que alberga orgánicamente (parque científico y tecnológico) a más de media docena de centros de investigación Conacyt, otras tantas instituciones estatales, además de un cada vez un mayor número de empresas que comparten objetivos de innovación e internacionalización.

Ese modelo maduro ha podido beneficiarse de varias etapas de desarrollo. En la década de 1990, Conacyt creó en el país los sistemas de fomento de la ciencia por región. A Yucatán y a Quintana Roo, les correspondió el Sistema de Investigación Justo Sierra (SISIERRA).[2] Posteriormente, los consejos estatales de ciencia y tecnología se consolidaron como cauce de la promoción y fomento no sólo de los diversos fondos mezclados para investigación, sino también de tareas esenciales de vinculación y transmisores de la política científica.

Curiosamente, Jalisco y Yucatán optaron por caminos diferentes al momento de crear la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología. En el primer caso, se mantuvo vigente, paralelo, el Consejo estatal de Ciencia y Tecnología. En el caso de Yucatán, el sobresaliente trabajo desarrollado en los últimos años por el consejo estatal de ciencia y tecnología (a cargo del Dr. Tomás González, CICY), fue asimilado por la nueva secretaría, encabezada por el Dr. Raúl Godoy (UADY), quien -podría señalarse- es el personaje central en todo el proceso transexenal de despegue de la infraestructura científica y tecnológica que vive Yucatán (parque científico y tecnológico). Esto es posible, merced al trabajo previo de coordinación de la secretaría de educación estatal (a cargo por entonces del Dr. Godoy) y al esfuerzo de investigadores distinguidos como el Dr. Alfonso Larqué (CICY), en el marco del sistema SIIDETEY.

En suma, parece obvio decirlo, pero no está de más insistir para Quintana Roo: resulta vital en estos tiempos -en la perspectiva del mediano y el largo plazo- que los perfiles de los responsables de las instituciones científicas estén a cargo de los académicos destacados, distinguidos por su actividad en instituciones del estado.
Colegas e integrantes de la Junta Directiva de la Uqroo, luego de una reunión sabatina, en enero de 1999. (Izquierda a derecha: Arístides, España, HAC, Alcérreca, Efrain, Toledo, Farah, Rivero y CM).

Ya es historia. Colegas e integrantes de la Junta Directiva de la UQROO, luego de una distendida reunión sabatina, en enero de 1999. (De izquierda a derecha: Arístides, España, HAC, Jordan, Alcérreca, Efrain, Toledo, Farah, Rivero y CM).

¿Cuáles son los componentes de la agenda estatal de innovación en ciencia y tecnología?

Las agendas estatales de innovación, desarrolladas por el Conacyt, incluyen la proyección regional basada en las fortalezas locales, la infraestructura y los retos de la economía regional. También se considera la capacidad instalada de las instituciones de educación superior. La Agenda de Innovación de Quintana Roo distingue tres ejes esenciales: turismo sustentable, aprovechamiento sustentable de recursos y tecnologías de Información y de comunicación.

Un aspecto que no apreciamos en la Agenda de Innovación para Quintana Roo es cómo beneficiarse de un abordaje regional, peninsular, que finalmente es la manera complementaria de la visión internacional que impulsa, para perfilar el turismo sustentable como base de la actividad económica. Mejorar la calidad y promover la sustentabilidad en áreas diversas de la actividad turística implica, más allá del obvio énfasis contemporáneo en la experiencia y en la percepción del visitante, poner en juego todo un enfoque regional de Quintaba Roo para impulsar, promover y encadenar de modo dinámico e innovador sus servicios turísticos.

La diferenciación de los atributos regionales que cuentan con componentes originales ampliamente valorados por los visitantes -en un contexto de calidad-, requiere incorporar de modo más activo la riqueza cultural, la propia organización social y el paisaje natural peninsular. A nivel socio cultural, ello es posible -en el mediano plazo- si se instala la expectativa de encadenamiento de servicios frente a las alternativas inmediatas de la población, si se pone en juego la peculiaridad de su organización social (por ejemplo, la valoración y dignificación de la milpa), si se reconoce carta de naturalización peninsular al proceso demográfico contemporáneo y se aborda la histórica migración pendular regional, conciliando la integración familiar. No es algo que haya que realizar, es algo que ocurre ante nuestros ojos y no lo incorporamos plenamente en las variables del diseño de la política de fomento estatal.

¿Se justifica mantener una mirada doméstica en la agenda de innovación de ciencia y tecnología de Quintana Roo, en el marco de los procesos turísticos que son guiados por recurrentes tendencias regionales e internacionales?

De modo decidido, creemos que no se justifica. La afluencia turística foránea está determinada por procesos económicos coyunturales. Apertura económica en Cuba, ritmo de crecimiento económico en los Estados Unidos, crecimiento de infraestructura turística en el Caribe insular, formas características de creciente inmigración en Quintana Roo, son apenas algunos ejemplos de cómo las condiciones de sustentabilidad están sujetas en gran medida a variables externas.

Por ejemplo, la tendencia en la afluencia turística para el bienio 2015 y 2016 mantiene su trayectoria coyuntural ascendente, iniciada con la gradual recuperación de la economía de Estados Unidos, de acuerdo con la Organización Mundial de Turismo (UNWTO). México permanece en el lugar número 9 del mundo en la recepción de turistas. Pero lo relevante es que al comparar esa amplia corriente de visitantes hacia México y hacia Quintana Roo, apreciamos que nos quedamos fuera de la mesa reservada para aquellos países que reciben más dinero por turista, es decir, que recaudan más dólares sin estar entre los 10 más visitados. Ejemplos representativos de obtención de alto valor agregado en la recepción turística son Thailandia, Macao y Hong Kong.

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En el periodo reportado más reciente (2015) por la UNWTO, la recepción de turistas creció 6% en los tres países del TLCAN, pero particularmente en México y Canadá se incrementó en casi 10%, merced a la recuperación de la economía estadounidense.

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El crecimiento de turistas en Quintana Roo mejoró si se compara ante países de Centro América (excepto ante Panamá, el cual registró alza de 21%), pero parece evidente que la progresiva apertura en Cuba empieza a causar efectos en el Caribe no hispano, con tradicional corriente de turistas europeos (Bahamas y Jamaica apenas remontaron 3% y 2%, respectivamente).

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Aquellos países que han experimentado ciertos procesos de apertura, como Cuba y Haití, alcanzaron los mayores niveles de recepción turística en el 2015: 18% y 11% respectivamente. (Descontamos el índice de Aruba y Barbados, porque tradicionalmente mantienen alto turismo europeo). Sin embargo, un buen balance de comparación podrá realizarse cuando se disponga del acumulado de 2016, como para poder asegurar (o no) que existe una reconfiguración de las preferencias turísticas de los Estados Unidos hacia Cuba, y un relanzamiento de la isla en el contexto del mercado turístico caribeño.

Por lo pronto, en un avance presentado el pasado 19 de julio por la UNWTO para los meses de enero-abril del 2016, se percibe la continuidad de la tendencia ascendente. Y para el cuatrimestre siguiente, el pronóstico se mantiene promisorio: “Prospects for May-August remain positive -señala el boletín-, with around 500 million tourists expected to travel abroad in the Northern Hemisphere summer holiday peak season“. Ver: International tourism continues to grow above average in the first four months of 2016.

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Y justo es el inminente proceso de reconfiguración del turismo en el Caribe el tema que nos interesa abordar, porque tiene que ver con las formas tradicionales en que se ha desarrollado el turismo en Quintan Roo, y las ventajas comparativas que será preciso distinguir y estimular. Otra vez. Identificar las fortalezas y la complementariedad de nuestros servicios turísticos implica un enfoque regional de Quintaba Roo. Extraer mayor beneficio de los atributos regionales, incorporar la riqueza cultural, animar la presencia de la organización social y el paisaje peninsular.

 


 

[1] @CarlosMacías_ fue profesor investigador de la Universidad de Quintana Roo de 1992 a 2005; fungió como integrante de la Junta Directiva de la misma institución de 1996 al 2000. Dirigió desde su fundación la Revista Mexicana del Caribe (1994-2005) en la UQROO. Coordinó el diseño curricular y coordinó el comité académico del primer Posgrado de la UQROO reconocido por Conacyt (en Ciencias Sociales Aplicadas a los Estudios Regionales, 1999). Actualmente, es director regional de la Unidad Peninsular del CIESAS (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social), del que es profesor investigador desde el 2005. Edita www.AgendaLatinoamericana.org

[2] En 1996, se realizó en Telchac un estimulante ejercicio de consulta a empresarios, académicos de diversas instituciones, empleadores y tomadores de decisiones, a partir del método TKJ (para establecer las demandas en las primeras convocatorias que darían cuerpo con el tiempo a los fondos mixtos). Me correspondió coordinar la reunión del Área de ciencias sociales y humanidades, por invitación del Mtro. Felipe Ahumada Vasconcelos (responsable del SISIERRA-Conacyt). Los asistentes a la mesa enlistamos, valoramos y jerarquizamos, a lo largo de una jornada, las propuestas que alimentarían las prioridades de investigación para el área de ciencias sociales y humanidades en la región, en esa primera etapa.


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